sábado, 22 de agosto de 2020

REIVINDICACIÓN OBRERA Y DOS SEMBLANZAS

Primavera de 1936. Arcos de la frontera. Una mujer joven enarbola la enseña roja y negra que representa a la CNT. Es Ana Gutiérrez, hermana menor de los jornaleros anarconsindicalistas Antonio y José Gutiérrez, que abandera la manifestación pacífica del 1 de mayo de 1936. La “gira” acaba en los Cabezuelos con un gran mitin el que toman la palabra representantes de distintas agrupaciones obreras. A diferencia de las elecciones generales de 1933, dos meses y poco antes el sindicalismo se había movilizado para votar, y en Arcos, al igual que en el conjunto del país, el Frente Popular ganaba las elecciones. El movimiento obrero volvía a reactivarse después de una etapa de represión tras los ciclos huelguísticos y revolucionarios de los primeros años de la República. Representaba un buen momento para la implantación con celeridad de las grandes reformas que no se habían podido acabar –unas pocas ni siquiera implantar- durante el primer bienio del nuevo régimen. Algunas, como la reinstauración de la Policía Rural para hacer cumplir las bases laborales o los preparativos para los asentamientos de la reforma agraria, se estaban llevando a cabo desde la llegada del nuevo gobierno local de Alfonso Arroyal.

Aunque con más colectivos de carácter proletario que nunca en su historia, la clase obrera de Arcos se encontraba probablemente más unida que en ningún otro periodo y con un enorme bagaje de luchas reivindicativas –y no obligatoriamente violentas- desde el último tercio del siglo XIX. Una muestra de este entendimiento obrero fue el manifiesto que nace de la asamblea de distintas agrupaciones en la manifestación del 1 de mayo de 1936. Constaba de diez asuntos que resumían el presente histórico en el que vivían las clases populares locales y la propia lectura del momento que se realizaba desde los sindicatos obreros.
El primero de ellos era de carácter político y en perspectiva global: “Contra la guerra y el fascismo”. Le seguía el tratamiento a los Derechos Humanos con la petición de la abolición de la pena de muerte. El problema social y económico ocupaba otros tres puntos: solución al paro forzoso, la entrega de tierras a sindicatos campesinos o el control por parte del Gobierno de las ventas ganaderas, útiles de labranza y fomento de las riquezas nacionales. La necesidad del derecho a la vivienda y a la educación se hacía patente con dos peticiones: una “reforma de la Ley de Inquilinatos en el aspecto de desahucios por deudas debidas a causas de crisis de trabajo” y el “acceso de las juventudes obreras a Universidades”. Por último, otras tres relacionadas con la paz social, tan alterada en los años republicanos debido a la lucha social: “desarme de los institutos armados que no fueran afectos al régimen”, “indulto para todos los presos comunes” y “abolición de ley de Vagos y Maleantes y de todas las demás leyes antisociales”.
Dos hombres obreros firmaban el manifiesto. Francisco del Valle Nuño y Manuel Temblador López. El primero era camionero y el segundo jornalero del campo. Del Valle Nuño pertenecía al sindicato de chóferes y a la Agrupación Socialista de Arcos mientras Temblador militaba en el sindicato más potente que jamás ha existido en la ciudad: la “Fraternidad Obrera”, adscrita a la CNT-AIT. Frasquito del Valle fue asesinado tres meses más tarde en Sevilla y a día de hoy su hija Isabel tiene la esperanza de poder encontrarlo. Gracias al empuje que durante décadas lleva practicando el movimiento memorialista sevillano, desde el pasado mes de enero se está llevando a cabo con dinero público la intervención de la fosa de Pico Reja del cementerio de Sevilla, donde presumiblemente pueden encontrarse sus restos, junto con otro millar de asesinados y desaparecidos.
Por su parte, Manuel Temblador fue un "topo" durante meses. Estuvo escondido en Arcos hasta el mes de septiembre de 1936 cuando pudo huir a la zona donde el golpe de Estado fascista no triunfó. Vivió e hizo la guerra. No solo la española sino también la mundial. Después de una azarosa vida en el exilio llegó a Arcos en julio de 1976. Habían pasado cuarenta años. Poco más tarde, en 1980, publicaba sus memorias, “Recuerdos de un libertario andaluz”, tan indispensables para conocer la historia de los jornaleros de Arcos, sus derrotas, sus victorias, sus desengaños, sus errores y sus aciertos. El joven secretario cenetista que saliera huyendo de la represión fascista para seguir combatiéndolo, acabó su vida en un pueblo francés-Izeaux- en 1994. Concluía así la vivencia de una persona que nació pobre y en la miseria, pero que entregó su existencia a la lucha por mejorar las condiciones de vida de los demás y a un ideal: el de la libertad y la justicia social.
ANTONIO ORTEGA CASTILLO.
Con gorro y la mano derecha en la chaqueta, Manuel Temblador durante la guerra (1937) en Barcelona. Fuente: TEMBLADOR LOPEZ, M: "Recuerdos de un libertario andaluz", Edición Ortega Castillo y Oñate Méndez, Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 2019.
En un cartel de valla que limita los trabajos de exhumación en la fosa Pico Reja, Francisco del Valle Nuño.